
Con el vodka bajo el brazo, la mochila y un pucho en la mano se fue sin decir adiós.
Con un grito ahogado, y el llanto helado la observó detalladamente para no olvidarse ni el más mínimo fragmento de su cuerpo. Y le soltó la mano. Dejándola ir a ahogar sus penas y a violentarse consigo misma.
Este camino ya no era de ida y vuelta, había tenido suficiente de sus vaivenes y de esa profunda inseguridad, y aunque le aterraba imaginarse su mundo sin ella y se le desgarraba el pecho de dolor, sabía que lo mejor era no detenerla y alejarse lo más pronto le quitaría esa imagen de terror.
No tenia arreglo, algunas personas nacen para ser explosivos y detonar llegado su momento. Ella estaba en su punto justo y nada podría alejarla de su destino. Nacida para sufrir y morir, era un campo minado sin escapatoria.
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